Te
escribo así, al vacío. Es lo único que necesitas saber. porque así me conviene.
Nunca te enterarás de cuanto amor poseía para ti. Ese será tu castigo. Para mí,
la liberación absoluta, porque el amor así nos libera de toda responsabilidad:
con el fervor religioso de una madre devota y la tenacidad de un hombre
consumado a obtener sus metas. te escribo cada letra, cada palabra con la
lejanía de mis suspiros enmohecidos por el trato tan duro; por la melancolía
tan barata de la que hago eco en mis pensamientos a tu efigie. Y respiro
asombrado de que cada argumento solo son validos si tu no estas a mi lado.
porque así te amo: lejana, libre de mí para ser tu misma. Hermosa en tu
esencia. Silenciosa en esa cruel presencia...
Te
pienso tan bien como te escribo. Y me siento impotente ante la rabia y la pena
de no verte nunca más, pero de tenerte esclava de mis pensamientos. Aquí
conmigo no te aburres nunca, pues siempre encuentro una frase, una tontería que
te haga sonreír. Y cuando necesito irme, simplemente te vuelves una idea que
llevo de manera portable, para cuando te necesite. Es cierto, enloquezco un
poco cada día con esta rutina, pero me ha funcionado para mantenerme,
irónicamente, cuerdo. Y eso me gusta.
Te
imagino pura, sonriente. Con esa mirada que traiciona mi pensar y me obliga a
ir hacia ti todo el tiempo. Y me consume la desdicha hasta que retomo mis
cabales y vuelves a quedar encerrada en mi alma, allá, junto a mi corazón, para
que cada latido te despierte y nunca te mantengas dormida. Y cuando yo duerma,
hallaras un lugar junto a mi alma, para que sigamos platicando como lo hacíamos
antes de que las hojas de otoño que nos vieron juntos por última vez se
balanceen de forma lenta y calculada entre los tiempos de mi infancia y mi
vejez...