Acabo de leer una carta que, realmente no recuerdo si leí cuando me la enviaron, en aquel lejano 2010 y si la respondí o debatí sobre ella. Y hoy, encontrándomela casi cinco años después, me surgen una serie de reflexiones , alimentadas con todo este tiempo en que han sucedido cosas terribles en ese rubro para mi. Así que haré una especie de ejercicio de responderla, ya tomando en cuenta todos estos años y mi visión actual sobre la amistad...
Soy una persona difícil de tratar. Esa es una realidad para muchísimas personas porque tiendo a escoger con quien ser buena gente y con quien ser un patán. Lo que la mayoría desconoce, aunque a muchos ni les interesa en realidad y otros ya se lo imaginan, es que hay una serie de razones por las cuales tengo una gigantesca armadura, de la cuál ya muchas personas, principalmente mujeres, lo han visto y hablado de ello. Y es esa realidad la que me permite ser tan duro conmigo y con las personas. Pues aunque muchos digan que no es cierto, he sido juzgado muy duramente por mi forma de ser por muchísima gente desde que era un niño. He sido objeto del prejuicio de las personas que, sin embargo, critican duramente mis propios prejuicios sin fijarse en los suyos. Y eso me dolió durante tanto tiempo, que fui construyendo, tal vez sin proponermelo, una coraza de las lagrimas calcificadas que fui llorando cada año.
Eso me ha motivado más de lo que muchos creen. Y con el transcurso de los años he ido endureciendo mi política de amistades, porque la mayoría de las personas -no todas, que quede bien claro- no valen la pena. Así de fácil. Y para muchas personas yo no valgo su esfuerzo. Y el mundo esta bien por ello. Porque todos creemos que hacemos las cosas bien y de verdad, que el cinismo y la falta de vergüenza de muchas personas las hacen creer que todo lo que hacen esta bien, que es lo que sale, que no hay forma de cambiarlo, que ni modo. Yo he hecho cosas malas, nunca lo he negado, pero trato de enmendar mis errores ahora. Pedir disculpas cuando lo merece la ocasión. Cambiar cosas que están mal. habra quien diga que qué cómodo, que hasta ahorita. Pues no: ya he hecho muchos cambios en mi vida desde hace cinco años, cuando personas que se decían mis amigos me marcaron para mal de por vida. Ya no me interesan las "amistades" de papel: aquellas que se basan solamente en el trato cotidiano, porque eso no hace amistades de verdad: prefiero aquellas honestas, que se basen en un por siempre. Pero sobre todo, preferiré aquellas cuya lealtad sea incuestionable. Porque es este el valor que mas se desprecia en las amistades, con la justificación de que "el también es mi amigo" o el "mientras conmigo no se meta" o el "mientras lo que piensas no afecte mi modo de vida". Yo quiero amigos que den todo -claro, dentro de lo permisible, tampoco se trata de pedir imposibles- por mi, así como yo doy todo por ellos. Y que me lo exijan a mi por igual. Amigos que, dentro de diez, veinte, treinta años, pueda seguir viendo y que no importa si se casaron, si tuvieron hijos, que nos sigamos viendo pero, sobre todo, que yo sea parte integral de sus vidas. Y ellos serán parte integral de la mía. Deseo lo que he visto en muchas otras personas que yo no he tenido. Personas que puedan defenderme de quien atente contra mi o los míos. Amigos de verdad, no conocidos ocasionales. Y estoy consciente de que no todos piensan como yo, es mas: no quiero obligar a nadie a hacer algo que no quiera. Todos son libres de hacer lo que deseen, así como yo. Quien quiera luchar por mi, gracias. Hagamos brillar al mundo. Quien no, que Dios lo bendiga y a seguir cada quien su camino. Y a aquellos que ya son parte de mi vida desde la Secundaria: este año si tengo este propósito: decirles, a cada uno, lo que valen para mi y mi deseo de amistad para ellos y para mi. Que los deseos se cumplan...
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