Hubo una ocasión en que me gano el deseo. Nunca hice nada, pero sentía mi sangre hervir y esa sensación se quedo por siempre. Hubo una joven. Un ángel cuya belleza encendió por mucho tiempo la llama de una pasión sin sentido pues era solo física: solo en una ocasión hubo un “hola” y fue tan marchito, producto de las mismas circunstancias, que no genero reacciones ni de ella ni mías.
Hubo una ocasión en que sentí la juventud ya perdida deseando regresar a un cuerpo con las huellas de la edad ya avanzadas. Una chispa que quiso, por un breve instante, encenderse de forma que estallara con toda su magnificencia, como queriendo mostrarle al mundo que podía encenderse la llama de un amor que nunca prosperaría. Un sentimiento que solo nacía de un hueco donde antes había latido un corazón y en donde ahora solo se hallaban cenizas.
hubo una ocasión en que fingí amar de una forma completa. Atropellada. Sincera. A una desconocida. Tal vez pensar en que esa aventura pudiera tomarme desprevenido me enseño mil y un cosas, tan solo para retornarme lentamente a mi mundo, con una lección de la cuál me bastaría para renacer a la distancia de sus ojos brillantes por el dulce regalo de la edad temprana en la cual la belleza se agenda muchas victorias.
Hubo una ocasión en que le entregue mi corazón a una desconocida. Y supe de inmediato que esa breve llaga en el tapiz de mi tiempo me entregaría un tierno recuerdo, de la vez en que fingí ser un joven que amaba a una joven y completa desconocida…
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