jueves, 9 de enero de 2014

Ensoñación de una mañana en el campo...

Y me descubro amándote bajo la tela inclemente del tiempo, soñando las veces de dictador de una reforma que es solo mía: la de pertenecerte, aún con la frialdad que te caracteriza por no saber que estoy vivo, que te pertenezco, que claudico en mi afán de no ser arrastrado por la naturaleza fehaciente humana. Me sofoco pensando en las vicisitudes del tapiz de lo prohibido, solo para hallarme, a base de instinto, callado, solo... Con la mirada baja y la personalidad perdida en cuentos inclementes. En  la retahíla de circunstancias y eventos que se suceden mientras la maravillosa música que es tu voz me susurra cánticos desconocidos, veo la sombra de lo que antes fui y soy. Y enamorado jalo por ultima vez de los hilos de la lapida que al final llevara mi nombre...

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