viernes, 5 de febrero de 2016

Agradecimiento...

La pequeña Lourdes dice que escribir le libera. Le purifica. Y se pregunta qué impulsa a alguien a escribir. Y no puedo estar más de acuerdo en ello y me he preguntado muchas veces eso, tanto de mi mismo, como de mis escritores favoritos –entre los que ella está incluida–.
Escribí –Según mi torpe memoria me permite recordar– por primera ocasión como a los doce, trece años de edad. Comencé a escribir por amor, como muchos otros. La niña más hermosa que había visto en mi entonces corta vida aparecía en una escena que hasta la fecha recuerdo perfectamente y cambio para siempre todo lo que soy. Y lo primero que hice para ella fue un poema. Ahora que lo pienso, tal vez ya había escrito antes, pero eso se perdió entre los recovecos de lo que no se podrá contar jamás porque si bien conservo ese, mi primer poema, no es el original pero si en una copia bien preservada, todo lo anterior ya habrá dejado de existir hará bastante tiempo y no hay memorias de mi parte, aunque sí pudiera haberlas por la gente que me conoció en tan tierna edad y todavía no ha muerto –personas a las que muy probablemente no vuelva a ver nunca más–.
Alguna vez tomé algún curso pero no lo acabé. Prácticamente he sido autodidacta toda mi vida, así que no tengo una idea clara de lo que escribo y de cómo hago mis relatos. Comencé, ciertamente, como poeta, y aunque he ido mejorando con los años (Aquel primer poemita es un asco, pero no deja de tener valor como punto de inicio y de comparación) y he ido aprendiendo algunas cosas gracias, principalmente, al bendito internet, sigo sin tener una idea muy clara de como escribo. Sólo sé que escribo porque me gusta. Porque, como bien menciona Lulú, me libera. Es como si de pronto me encerraran en una jaula y me fueran dejando salir de ella poco a poco. Cada frase, cada palabra vuela en cuanto es plasmada. No tengo una disciplina forjada, así que muchos relatos quedan, de entrada, incompletos, y los voy acomodando conforme fluyen las ideas. Es así que tengo tres “novelas” y un sinfín de relatos inconclusos.
La musa original que proveyera de la chispa primaria, necesaria para avocarme a la escritora, se marchitó tiempo atrás. Incontables musas han pasado en el corazón de este pseudoescritor aficionado y amateur en todos estos años, y todos han arrancado algunos de los versos y algunos de las más bellas prosas que he realizado. Porque, siendo sinceros, de repente no me salen tan mal, jajajajaja… Y la mejor prueba de que por lo menos algo he hecho bien es haber escuchado, hace ya muchos años, un pequeño poema al que llamé “Al rocío”, declamado por una chica que lo leyó en un fanzine llamado “La resistencia”, creado por alumnos de diversas disciplinas en la ya extinta ENEP Aragón (extinta para mi, ya que tiempo después se convertiría en la FES Aragón). Sin conocerme lo memorizo: simplemente le había gustado y tuve la fortuna de oírla de forma accidental, cuando con otro compañero entramos a las instalaciones en donde aquella época se escribiera el fanzine. Al enterarse de que era yo el autor de algo que había tocado su corazón, me agradeció profundamente. Y desde esa ocasión, de vez en cuando, las felicitaciones que recibo me han animado a seguir adelante, aunque, debo decirlo, escribir por el solo hecho de sacar esas letras d e mi cabeza me produce una satisfacción ya infinita.
En otra ocasión gane, en el único concurso que había participado, una mención honorífica. Y no me puedo sentir más orgulloso porque eso garantizó que mi relato, un cuento corto, fuera incluido en el compendio del concurso que fue publicado. Pase lo que pase, habrá por siempre un cuento mío ya publicado en la Universidad Autónoma Metropolitana, Alma mater de mi formación profesional.
Otra fue tener el honor de que una escritora a quien admiro leyese uno de mis escritos y haya comentado algo al respecto. Eso me anima y mucho. Y espero leer de forma eterna lo que mi muy preciada escritora Lulu siga desatando en papel y en forma virtual…
Aunque como bien he dicho, todavía no comprendo exactamente que he realizado bien al escribir, esos pequeños detalles son los que me motivan: saber que al menos varias personas han sido tocadas por lo que he plasmado en letras.
Vivo y trabajo en una profesión para la cuál lo que escribo es irrelevante: la gran mayoría de los que pudieran leer mis escritos no tienen el más mínimo interés o solo fingen que lo hacen sin leer en realidad un ápice. Y personas que no conozco han sido lectores, cómplices, de mis relatos y poemas y han comentado y agradecido lo que hago.
Escribo lo que desea mi alma. Bien puedo hacer un soneto, tratando de mantener la métrica en toda su forma o bien puedo salirme de mi zona de confort y escribir algo erótico tratando de emular la sencillez de Lulú ó de terror, como los cuentos de H.P. Lovecraft, uno de mis grandes favoritos. O retomar lo aprendido por el gran Dante Alighieri y seguir aprendiendo de él. he tenido como influencia a cualquier cantidad de escritores, desde aquellos a quienes muchos consideran los mejores de los mejores hasta aquellos que la mayoría desprecia absolutamente. Nombres como Stephen King, Mario Benedetti, Pablo Neruda, Natalia cervantes, Lulú Petite, Thomas y Robert Harris. de ellos he tomado muchas cosas. Me encanta leerlos y algún día espero escribir un poco como cada uno pero ya con mi propio estilo. Ya con una personalidad más que definida, que pueda entender y decir que es totalmente mío. 
Espero pronto hacerme de bases más sólidas. Pero mientras tanto, a todo aquel que alguna vez leyó algo de mi propiedad, ya fuera un poema, un cuento, un relato, una novela, pensamiento o reflexión: GRACIAS. No voy a intentarlo: escribiré más, es una promesa. Y espero que sigan disfrutando de lo que yo tanto disfruto y de paso que toque sus almas o corazones. Y que me siga leyendo a pesar de todo. Es a todos a quienes, a final de cuentas, me debo. Gracias de nuevo y nos seguimos leyendo por aquí…

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