miércoles, 30 de noviembre de 2011

desde la calle...


El pequeño levanta apresurado la pelota, pues ha caído un poco lejos, pasando la otra calle, en dirección de la Iglesia del barrio.  Ha estado jugando por más de dos horas con sus amigos y apenas y resiente el cansancio; solo quiere jugar y disfrutar de ellos, con quienes vive una y mil aventuras.
Ya es un poco tarde. La noche ha desplegado su manto y las luces de las lámparas de calle dan una tonalidad distinta a las calles empedradas de su zona, haciéndola ver, incluso, un poco pintoresca a los ojos de los visitantes que se atreven a venir hasta acá, un lugar un poco alejado de la gran metrópoli. Pero es en este lugar donde nació, donde sus sueños y fantasías se confunden a diario con la realidad de un pequeño pueblito consumido poco a poco por el área metropolitana. Aquí es donde ha vivido toda su vida, donde ha ido a la escuela, donde ha conocido a los mejores amigos que pueda tener alguien. Y aunque ahora aún no lo entiende, algún día, probablemente, conocerá el amor, le gustarán las chicas, a lo mejor se casará, ¡Que horror! Han de ser puras mentiras de su mamá, que no halla otra forma de mantenerlo quieto y que pudiera inventar esas sandeces. Si no fuera así, ¿por qué no siente nada de lo que dicen?
Ha tardado en pensar todas estas cosas. De hecho, se pregunta por qué razón las pensó, en primer lugar. A lo mejor está más cansado de lo que cree. Y esta muy chico también para razonar de esa forma. No lo sabe, pero poco a poco vuelve la adrenalina de querer seguir jugando, solo disfrutando del momento.
Voltea hacia arriba. En una de las ventanas del cuarto piso esta el vecino que siempre le regala una moneda para comprar dulces.  -“¡Quihubo mi cuate!, ¿cuando nos vamos de aventureros?”- siempre con esa frase comienza sus diálogos y siempre lo divierte. Pero hoy se ve, aún a lo lejos, raro. “¿Qué tendrá?” se pregunta el pequeño mientras encoge los brazos y se dispone a lanzar el balón a sus demás compañeros, que ya le gritan fúricos porque se detuvo demasiado tiempo a perderse.
El primer golpe no le duele, pero el estrellarse en el piso si le produce un fuerte dolor, mientras siente como sus piernas crujen y como se aleja un auto que no viera tan cerca de él. No puede hablar ni hacer señas, mientras se explica porque tantas personas están viéndolo como si estuviera en el piso. Y mientras este pensamiento desgarra su cabeza no puede evitar notar que esta demasiado cansado y que cerrara los ojos allí, en la calle, por un momento, mientras las luces enfrente de él se ciernen y brillan con mayor intensidad…

1 comentario:

  1. creo que falta manejo de recursos verbales para comunicar las ideas en menos palabras y evitar los gerundios. faltan imágenes en el texto, casi no las tiene. el giro me gustó muchísimo. lo de las luces al final, es un excelente cierre. saludos Marco!
    Jacobo

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