lunes, 21 de febrero de 2011

Nora Primera

Esa hermosa diosa de carne lo había anonadado lo suficiente para provocar el cómico infortunio. Una pequeña morena enfundada en una minifalda negra, que solo dejaba a la imaginación la apertura de la imaginación desbordada,como aquello que los hijos desean de los dioses, por ser un recuerdo del primer día incólume del amor que les espera, de torneadas piernas, cuyos tobillos se encontraban apresados por unos patines negros, que nada recordaban a aquellos patines de dos ejes, cuya estética era mucho más ligera que estos modelos de un eje. Su cabello negro, largo y lacio, cuya traza majestuosa llegaba casi a las rodillas, y que armonizaba con esos grandes ojos cafés obscuros, y cuyos labios pequeños y mentón delgado, que le daban una imponente presencia, y que rivalizaban con el pequeño cuello, tan frágil. Pero lo que lo había impresionado lo suficiente para estrellarse de improviso con aquel enorme tronco, dando como resultado una cortada superficial en la frente, fue la ombliguera de color blanco, que guardaba recelosa de sí aquellos pechos preciosos, que invitaban a tantos placeres prohibidos y que habrían provocado, seguramente, aún mas accidentes como el de ese momento. Atontado por el golpe, su mente se despejo de inmediato al ver a la voluptuosa joven, que lejos de irse, se encontraba a su lado, ofreciéndole la mano amistosamente, y con un dejo en su bello rostro, de preocupación por lo sucedido; era lógico, por lo menos para él que, sabedora de lo que alguien como ella pueda hacer en un hombre, se diera cuenta de lo sucedido, pues iba patinando muy cerca.
-¿Te sientes bien? Inquirió con un timbre de voz que enloqueció el corazón del joven tirado, cuyo pensamiento “de verdad es una diosa” dominaba desde hacía un rato en su cabeza, y oírla alecciono ese pensamiento, haciéndolo verdad completa. Todo tonto, respondió como pudo.
-Creo que sí.. De… de todos modos, así camino yo.
La respuesta, lejos de parecer idiota, como en realidad era, hizo alojar una sonrisa en la joven, que a el le pareció la gloria de la vida.
Ven, levántate fue la respuesta perdona, no fue mi intención molestarte contesto el golpeado chico, que parecía tan lleno de vida, tratando de ocultar el terrible dolor de cabeza que tenía por culpa del golpe, pero que ocultaba para no verse ridículo ante semejante presencia ensoñadora. Ella, después de ayudarlo a levantarse, hizo un ademán con la mano en señal de despedida, como si se conocieran, y se encamino presta a volver a su ocupación de momento...
La respuesta, lejos de parecer idiota, como en realidad era, hizo alojar una sonrisa en la joven, que a el le pareció la gloria de la vida.
La escena cambió drásticamente: un enorme camión tractor dio la vuelta intempestivamente en el momento en que ella bajaba la banqueta para seguir su recorrido normal. El joven del accidente anterior no tuvo tiempo de gritarle, o de correr para salvarla. Solo vio el manchón pasar donde unos segundos antes había una joven patinando. Algunas personas que habían visto las escenas pasadas, vieron con terror la pesadilla, esperando lo peor. Nada. El camionero no se dio jamás cuenta de lo sucedido, por lo que siguió su jornada como si nada. En la calle, no había rastro de la joven, no había sangre, no había indicio alguno de que hubiera una joven atropellada. Solo el chavo, en su búsqueda de la chica, se dio cuenta de que un zorro con una raya en medio de color plata corría de la escena, dejando atrás de su camino abandonados unos patines de un solo eje, y una ombliguera blanca como recuerdo de lo que fue en su momento...

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